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Mostrando entradas de 2015

Serendipia

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Todos estábamos fascinados, era extraordinario estar allí y lo sabíamos muy bien; seríamos los últimos en tener acceso directo a esos documentos y eramos plenamente conscientes de lo que implicaba tal privilegio. Frente a nosotros una mujer de ojos grandes, que destacaban por encima del tapabocas, nos mostraba orgullosa y con solemnidad aquel manuscrito del siglo XVIII. Por mucho que me esforzaba en descifrar lo que allí estaba escrito, no lograba que ninguno de esos garabatos tuviera algún sentido para mi. - Es la historia de un crimen Dijo Natalia con una seguridad pasmosa, tanta que parecía estar bromeando - Ajá... Respondí, escéptica. -¡Es en serio!, es una declaración relacionada con un crimen. Los ojos de la mujer brillaron con emoción entre el gorro y aquel atuendo casi quirúrgico. - Es cierto, ¡muy bien!, a usted se le va a dar fácil la paleografía. Mi asombro era aún mayor, ¿cómo era posible que Natalia hubiera logrado captar algo de lo que decía el manu

Hasta lo imposible

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Cartagena, 20 de Mayo de 2015 Ceremonia Inaugural 60° Congreso Nacional SCCOT Buenas tardes, es un honor para nosotros estar hoy aquí, en Cartagena, acompañando a la Sociedad Colombiana de Cirugía Ortopédica y Traumatología, en su Congreso Nacional número 60. Yo no soy ortopedista como lo fuera mi papá, mi hermano, o mi primo; ni siquiera pertenezco al campo de la salud como mi mamá, nutricionista, quién acompañó de cerca y alentó durante 50 años a mi padre en su práctica médica. No, yo soy historiadora, y la única manera certera que conozco de agradecer este gesto generoso que hoy honra la memoria de mi viejo, es contando historias. Hace un tiempo Rubén, el esposo de una amiga, me preguntó si era familiar del Doctor Duplat: “ el ortopedista ” dijo; acostumbrada a la pregunta le dije que si, casi que de manera automática y rutinaria. Él enmudeció y me miró fijamente, y después de un instante volvió a preguntar: “¿ el viejo Doctor Duplat, el que atendía en la Misericordia hace

Jugar por jugar o la magia de hacer las cosas juntos

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La noche se acercaba, y al paso inclemente del tiempo, la tensión crecía. Un equipo de gente, difícil de contar, entraba y salía frenéticamente del taller con pinturas, herramientas, equipos de soldadura y cables. Desde lejos se veía, se alzaba imponente y gigantesca la locomotora colorida, como si hubiese brotado de las entrañas mismas de la tierra. Al lado derecho, en la actitud paciente y sosegada de quien se sienta a la orilla del tiempo, un viejo duende esperaba a ser instalado en la punta de aquel tren alegórico que no podría conducir a otro lugar que no fuese la felicidad. Los vecinos se agolpaban alrededor y compartían la angustia del equipo de artesanos, quedaban pocas horas para el Desfile Magno del 6 de enero y, aún, había muchos problemas por resolver.  Días atrás, en la Laguna de La Cocha, habíamos oído con atención a José Obando intentando explicar, con fuego en la mirada, por qué era tan importante el Carnaval. “ Es lo que somos ”, decía José al lado de su estufa ca